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lunes, 25 de marzo de 2013

SOBRE UNA TORRE DERRUMBADA

“Yo no me voy hasta que la muerte me lleve o en su defecto que el Tribunal Constitucional decida”. (Roberto Torres Gonzales, Alcalde de Chiclayo) Suenan las campanas de la Catedral, los gallinazos dan vueltas por el centro de la ciudad, el silencio de la mañana escribe una de las páginas más tristes de la historia, don Bieto - como le dicen de “cariño” por redes sociales - decidió el más triste final para su carrera política. Esta decisión implica haber quedado cegado por la ambición, ensimismado por el poder o presionado por la maquinita que solo suena en su cabeza y que no le permite cambiar de parecer con un gesto saludable de dar un paso al costado. Suman además el entorno cuestionable que le ha hecho derrumbarse política, profesional y personalmente y que demuestra consecuencias en la salud. “Beto es del pueblo”, dicen quienes buscan frotar sus manos en el sufrimiento de un pueblo que huele a excremento. Con la muerte no se juega Al parecer poco o nada le interesa al burgomaestre mantenerse como (i)responsable de la gestión en la comuna provincial, el apetito por querer –según él – mejorar la calidad de vida de la ciudad es una situación tan desalentadora en muchos casos peor que una selección peruana de fútbol vaya a un mundial - a pesar del factor matemático -. Entre las interrogantes que hago luego de verle el rostro durante cada jornada periodística, intento comprender y me espanto al saber que simplemente no le interesa no ser apabullado por la opinión pública, medios de comunicación, adversarios políticos y memes de Facebook, no obstante debería pensar en dos temas que considero los más importantes: salud y familia. Después de haber escuchado al inicio de la primera gestión una serie de incongruencias propias de la inexperiencia en un cargo púbico, escucharle ahora expresar oraciones que solo demuestran una severa terquedad y es digno de admirar hasta por un actor de cine en un papel protagónico como excesivamente increíble. La autoridad hace gala de mucha fuerza, incomparable con la de personajes animados y eso en verdad evidencia que cada vez y por dentro debe sentirse más derrotado pues quiere parecer muy enérgico y hasta semi autoritario al buscar “poner orden” la gestión. Papelito manda (Mal)acostumbrados a tramitar documentos con gigantescos folios que empapelan las salas del Ministerio Público, Poder Judicial, Tribunal Constitucional y Jurado Nacional de Elecciones – bien podrían servir para reciclar y hacer campañas a favor del medio ambiente – han sido siempre las cartas utilizadas por los defensores de lo indefendible, abogados del diablo, paladines de la injusticia y que esperan puedan alargar el sufrimiento que se siente cada vez que destapan un buzón durante el proyecto de cambio de redes de alcantarillado en la ciudad. Podríamos utilizar todas estas “capacidades y/o estrategias” como para colocarlas en el guión de una sórdida película de mafiosos italianos donde predomina la sed de venganza, el placer del dolor ajeno y la espectacularidad de imágenes aceleradas con billetes en mano contante y sonante muestra de corrupción evidenciada en lo que podría considerar que la realidad supera a la ficción. En los últimos días y tras el trabajo de valerosos guerreros – en algunos casos se alucinan Willian Wallace - de la lucha contra esta epidemia de corruptela que azota a la “Capital de la Amistad”, hay más escritos que demostrarían en cualquier momento una nueva inhabilitación de parte del JNE – si es que antes de publicar esta columna ya se emitió – deja fuera del sillón municipal para que don Bieto y su pandilla vayan a llorar al río o en todo caso a llenar pasajeros en una conocida empresa de transporte interprovincial. Chamba es chamba y así es más digno. Lo más lógico y utilizando las palabras de la autoridad provincial: “el que no trabaja, que se vaya”, empecemos por usted excelentísimo primer vecino antes que el roche sea lapidario.