Translate

domingo, 25 de julio de 2010

Con el puñal en sus manos

Encontrar un camino que me lleva a descubrir la situación menos aparente para el contexto general, antes que copular mi sentido que subyace en el interior de mis placeres y me dice que es lo mejor, por ahora. Hoy contaré una nueva historia (no se que coño intento decir pero voy al grano)




Corta como un cuchillo

Fueron en las épocas escolares cuando el adolescente Carlos Ramírez experimentó por primera vez, él jugaba “partido” frente a su casa, en una cancha de tierra, donde las zapatillas se le llenaban de la misma al llegar a casa. Tenía algo de 13 años cuando escucho ese vulgar término y le llamó la atención en la explicación más fugaz que creyó entender de qué se trataba. Una tarde decidió conocer que era eso y se exploró en el servicio higiénico

Tomó el arma homicida entre sus manos suavemente hasta acomodarse por el tamaño que era preciso para su edad, así minutos después fue frotando sin sentir nada, la sensación era extraña, no sabía en que pensar y se detuvo, pero recordó que tenía que hacerlo hasta expulsar el blanquecino líquido.

Transcurrieron casi 40 minutos cuando su padre tocaba la puerta, le dijo que porque se demoraba, el pequeño Carlitos respondió que ya terminaba.
Durante el momento onanístico, descubrió un líquido que se esparcía por el contorno del miembro, nunca se detuvo a detallar de que se trataba, pues quería lograr tener el blanco más blanco que de aquel ofrecido por un detergente cuando lavan camisas. Ese fue su primer célebre acto personal.





Moraleja (el que la prueba no la deja)

Así durante varios años y con ciertas formas fue descubriendo un asombroso placer. Lo hizo en el baño, en la sala, en su habitación, en el techo, en la cochera, luego en un hospital, en el salón de clases, en el bus y en el lugar menos inesperado, pero si respetó la casa de Dios, por ahí ni de vainas, porque las viejitas vecinas de la cuadra le verían y se espantarían al descubrir a ese pillo teniendo encuentros impúdicos a la vista y paciencia del señor.

Comentaban con el grupo de amigos del barrio cuantas veces al día alcanzaron, el pequeño Carlos se sorprendió al saber que uno de sus amigos llegó hasta en 7 ocasiones.
Con este nuevo reto decidió superarlo, sin embargo vana fue su actitud al descubrir una profunda irritación que le desgarró parte de la piel, solo de esa manera “paró la mano” (por un tiempo ah).

Fue coleccionista de todo el aparato pornográfico ofrecido en el kiosco de la avenida principal que colindaba con la escuela secundaria donde cada tarde al promediar las 6.15 y cuando se ocultaba el sol de otoño Carlitos adquiría estos póstumos ejemplares al módico costo de dos nuevos soles.

Eran solo dos monedas que ahorraba durante la semana debido a que este tabloide se ofrecía semanal. Tenía una gran colección, las había separado por categorías, entre orales hasta sodomizantes sesiones que nunca creyó que existían.



Los años no pasan volando
Llegó la ocasión en la que hizo su debut debajo de una escalera, con una experimentada señorita que le abrió las puertas (y las piernas) de una incontrolable y desenfrenada noche de placer (para lo que él creía), no obstante por considerarse “feito” a los 18 años y con acné abarrotándole el rostro prefirió guardarse en sus cuarteles de invierno.

Mientras fue conociendo el mutuo sentimiento y el dolor paralelo, se fue alejando de su compañera de quinta. Durante algunos años prefirió obviarla porque consideraba que “estaba en otra etapa de su vida”, incluso tuvo discusiones con una de sus ex novias cuando ella se sintió que no le satisfacía y porque tenía que hacerlo convirtiéndose en mexicano (gracias mano!!!).






Triángulo de amor bizarro

Lo más extraño es que al llegar a cierta edad y al recordar a aquellos amigos del barrio cuando eyaculaban en reñidas competencias marcaban con una raya en el piso dibujada por un pedazo de tiza quien tenía el punto más alto, que el ahora treintón Carlos se fue a vivir lejos de la civilización y su compañera de quinta le volvió a llegar en el momento de mayor soledad.

Al pensar consecuentemente no creyó poder alcanzar placeres personales nunca antes explorados, por ahora manifiesta que no necesita salir de casa, solo enciende un cigarrillo al culminar el episodio y se queda dormido desnudo esperando que ella algún día llegue con la fe y el amor más grande del mundo.